La vida siempre se las arregla para colocarnos en una encrucijada en más de una ocasión por lo que el autismo no escapa de esa regla y esto se evidencia desde el momento en punto que los eruditos nos anuncian el diagnostico sin escepticismos ni anestesia. ¿Qué hacer? ¿Qué camino escoger?
Podemos comenzar a llorar y lamentarnos porque el hijo soñado para el cual teníamos proyectados un sinfín de planes acaba de fallecer con tan cruel diagnóstico y además de eso dirigir nuestra rabia y la culpa a la familia del conyugue, a los antojos y excesos del embarazo o por el contrario disfrutar el nacimiento de este otro hijo, este que nadie se espera y jamás piensa que le va a tocar. Ese que te toma de la mano desde el inicio sin soltarte, para que marches con él y junto a él en cada paso, a cada instante, en cada cosa aprendida, en cada experiencia y reto que les ofrece la vida en su andar por ella. Ese niño te mostrará con actos, más que con palabras, otra vida y un mundo nuevo que solo el conoce donde te necesita y te quiere en el. Ese niño será la prueba palpable de que ¨la tierra de nunca jamás¨, existe y que Peter Pan, Campanita, Garfio o Wendy no eran solo un cuento de hadas. Con ese niño aprenderás realmente a valorar las cosas simples, básicas, naturales o comunes que hacen los demás niños pero que al él le cuestan mucho más conseguirlas, es por ello que sus abrazos y besos, si alguna vez logras alguno serán más importantes que cualquier titulo nobiliario u olímpico.
Hoy, no estoy resignado que mi hijo tenga autismo y tal vez nunca lo esté, pero aún así soy un padre orgulloso porque cuando escucho de sus labios llamarme ¨Papá´ o siento sus tiernos brazos alrededor de mi cuello y su melodiosa risa hace sinfonía armoniosa con su picara mirada , les confieso que desaparece mi estrés y el concepto de AUTISMO… se desvanece.